Internet y cultura libre: manual de uso (o cómo acabar de una vez por todas con el P2P)

  • Por:
  • Carlos Sánchez Almeida

Club Diario de Mallorca, Palma, 8 de mayo de 2009

 

-Pero no fue un terremoto lo que acabó con el Roxy –argumentó el director.

-Lo sé –dijo el escritor-. Fueron tus aburridas películas.

El fantasma del Cine Roxy”, Juan Marsé.

 

  1. Voz en off. Fondo negro.

Disculpen, esto tenía que ser una conferencia, y de hecho tengo que agradecer al Club Diario de Mallorca la gentileza de invitarme, y a Ricardo Galli las amables palabras con las que me ha presentado.   Por ello lamento doblemente que recientes acontecimientos me impidan estar a la altura de las circunstancias, y que lo que tenía que ser una conferencia se tenga que convertir en un mal guión cinematográfico.   Un guión que ya desde el título no es sino una mala copia, y encima subvencionada, como casi todo el cine español.

Los organizadores me encargaron que hablase del fenómeno del P2P, y la verdad es que no sabía qué contarles que no se hubiese dicho ya.  Pero la perspectiva de viajar en primavera a Mallorca no era en absoluto desdeñable, así que decidí metamorfosearme en “creador original”, haciendo lo que hacen todos los creadores originales: tirar de Google.

Dios: sólo en español aparecían 2.330.000 páginas hablando del P2P.  La primera de ellas, como no podía ser de otra forma, se trataba del correspondiente artículo de la Wikipedia:

A grandes rasgos, una red informática entre iguales (en inglés, peer-to-peer -que se traduciría de par a par- o de punto a punto, y más conocida como P2P) se refiere a una red que no tiene clientes ni servidores fijos, sino una serie de nodos que se comportan simultáneamente como clientes y como servidores respecto de los demás nodos de la red.

Del cero al infinito, todo estaba en la Red, y yo tenía que ser original.   Me río yo del terror de la página en blanco: a mí lo que de verdad me da miedo es que todo el mundo sepa más que yo.  Y en materia de P2P, hasta el último internauta tiene una opinión.  Qué digo el último internauta: si hasta tienen una opinión los que no han navegado en su vida por Internet.

Creo recordar que se lo oí por primera vez a Orson Welles en una vieja película: el abogado que se defiende a sí mismo tiene un cretino por cliente. Y como tal letrado, soy una nulidad buscando coartadas para mí mismo.  No sabía encontrar ningún subterfugio para evitar la conferencia y con ello mi presente ridículo, cuando acudió en mi auxilio –cruel ironía- un absoluto iletrado digital: nuestro actual Presidente del Gobierno, Don José Luis Rodríguez Zapatero.

Miren por dónde, una feliz crisis de gobierno me otorgó la inspiración que me faltaba.  Y aquí me veo, escribiendo esta conferencia transmutada en guión cinematográfico, sabiendo que pase lo que pase, lo haga bien o mal, no me quedaré sin ensaimadas.  Ni sin subvención.

  1. Interior.  Comisaría de policía, luz artificial.

Primer plano: manos esposadas tras la espalda, palmas blancas, sujeto de piel oscura.   Aparecen en escena otras manos, con uniforme azul, con llave, que abren las esposas, sujetando las manos del detenido para proceder a estampar la huella dactilar de los diez dedos en un formulario policial.

Encadena a primer plano de sujeto de color, fotografía de frente y de perfil.

Corte, traveling, comisaría, plano general: cajas y cajas llenas de dvd piratas.  Zoom a torre de ordenador con grabadora múltiple.  Fundido a negro.

El 1 de octubre de 2004 entró en vigor la reforma penal operada por la Ley Orgánica 15/2003, en virtud de la cual se endurecieron las penas y pasaron a perseguirse de oficio los delitos contra la propiedad intelectual.  La expresada ley se había aprobado en la legislatura 2000-2004, con mayoría del Partido Popular, pero su entrada en vigor se produjo bajo el gobierno del Partido Socialista.

Desde la oposición, la actual vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, había presentado una enmienda a la totalidad pidiendo la devolución del proyecto de ley.  Sin embargo, una vez en el gobierno, no movió un dedo para evitar la entrada en vigor de la nueva norma.  La reforma fue recibida con alegría por los defensores a ultranza de la propiedad intelectual, como la SGAE, cuyo representante Pedro Farré  insistía en que la modificación fundamental del Código Penal era “la perseguibilidad de oficio, lo que abría la posibilidad de investigarlo allí donde se produzca, ya sea off u on line”.

Cinco años después, y como consecuencia del endurecimiento de penas, al menos 63 vendedores de top manta permanecían recluidos en las cárceles españolas.  Aquellos que habían permitido, e incluso aplaudido, la entrada en vigor de la reforma penal, ahora se rasgaban las vestiduras ante las consecuencias del endurecimiento de las leyes.

Como colofón a una campaña ciudadana interesando la despenalización del top manta, el diputado Joan Herrera presentó recientemente una oportunista proposición de ley en el Congreso “contra la criminalización e ingreso en prisión de personas que venden CDs y DVDs”, en la que se propone que no se persiga penalmente “a quien, sin estar integrado en una organización, reproduzca o distribuya a pequeña escala obras intelectuales”.

Todo un viaje de ida y vuelta. Acostumbrados a engordar y adelgazar por exigencias del guión, algunos artistas quizás pensaron que se podía hacer lo mismo con el Código Penal. Las consecuencias, como en las dietas milagro, son estremecedores colgajos de piel humana: en el caso del top manta, encerrados en prisión.

Sería cómico si no fuese tan trágico.

  1. Exterior, Carretera Nacional 521, término municipal de Valencia de Alcántara (Cáceres), día extremadamente luminoso.

Zoom inverso. Cartel anunciando venta de equipo completo de proyección cinematográfica.  Se va abriendo plano: calle Hernán Cortés, 28.  Real Cinema, antiguo cine abandonado, carteles de “Se vende” y “Se alquila”.

Parece que va en serio.  Se empezó a hablar del tema en el año 2006, y si Jaume Roures no se ha tirado un farol, la próxima temporada de la liga de fútbol podrá visionarse en salas cinematográficas.  Desgraciadamente, tan curiosa innovación llegará muy tarde para la mayor parte de los locales en los que aprendimos a ver cine.

Si la idea triunfase, se cerraría el círculo de otro viaje de ida y vuelta: el de mi generación, que ha ido recluyéndose progresivamente en la caverna doméstica, huyendo de la calle en la que lo aprendíamos todo.  Cines de barrio y fútbol callejero, reliquias de otro tiempo que llenaba nuestras vidas antes de ser domesticados mediante un combinado extremadamente eficaz: fútbol televisivo y películas en VHS, preludio de la televisión de pago que acabaría por encadenarnos al sofá.

Cines de estreno, y de reestreno con programa doble, era la forma habitual de consumir cine a finales de los 70, antes de que llegasen a nuestras casas los magnetoscopios que lo cambiaron todo. Videoclubs, DVD y televisión digital hicieron el resto.  Tras la llegada de Internet y la banda ancha, el P2P y el streaming fueron la puntilla definitiva para nuestras salas de cine.

El Dr. Repronto explicaría mucho mejor que yo el proceso mediante el cual se transformó la calle, dejando de ser un lugar de reunión y de ejercicio de derechos cívicos, para convertirse en un simple lugar de paso.  Lo curioso es que lo que no consiguió la desmovilización de la sociedad civil perpetrada por sindicatos y partidos políticos, lo que no consiguieron las guerras por los derechos televisivos, lo que no ha conseguido ni el paro ni la crisis económica, quizás acabe por conseguirlo el P2P, a fuerza de indigestión: que la gente apague la pequeña pantalla y salga a la calle, aunque sea para ver fútbol.

Pregúntenle a un forofo.  Tanto si es de pago como si es gratis: ni parabólicas, ni tdt, ni tvmix ni rojadirecta.  A la larga, sean tus padres, tu cónyuge o tus hijos, siempre te acaban echando de casa: no hay nada como ver el fútbol con los amigos.  

Quizás la industria del cine tenga algo que aprender de esta lección.

  1. Interior, plano fijo: la cámara enfoca una televisión antigua.

Nieve, parpadeo de la imagen. Cambio a carta de ajuste en blanco y negro. Voz en off.

La industria está indignada con el poder. Décadas contribuyendo a domesticar al pueblo, aborregándolo con “cultura” popular, consiguiendo que se metan en casa y no molesten, y ahora el poder se lo paga así.  Mientras consumían en silencio y siguiesen pagando, no importaba.  Pero ahora los muy sinvergüenzas consumen y no pagan.  Métalos en la cárcel, señora Guionista.

¿Y qué quieren?  Durante más de treinta años, se les fue acostumbrando progresivamente a llevarse el entretenimiento a casa.   Varias generaciones han sido formadas bajo el mismo paradigma: todo el ocio se concentra en una pequeña pantalla.  Cuando esa pantalla ha servido para traerlo todo a casa, y encima gratis… ¿cómo hacemos retroceder la moviola hacia atrás?

Sentaremos aquí el Axioma de Almeida: de ninguna manera.  Nunca se volverá a pagar por simples copias, nunca jamás.  En un mundo de clones, lo único por lo que la gente está dispuesta a pagar es por lo auténtico.

Atención, triple pregunta de los supertacañones: ¿cómo tiene Vd. tan poca vergüenza, quién le ha dado a Vd. el carnet de filósofo, cómo se atreve Vd. a sentar axiomas?

Respuesta: el carnet para expedir axiomas me lo dieron en la misma facultad en la que Vds. aprendieron lo de “Si eres legal, eres legal”.  La Wikipedia:

Un axioma, en epistemología, es una "verdad evidente" que no requiere demostración, pues se justifica a sí misma, y sobre la cual se construye el resto de conocimientos por medio de la deducción; aunque, no todos los epistemólogos están de acuerdo con esta definición "clásica". El axioma gira siempre sobre sí mismo, mientras los postulados y conclusiones posteriores se deducen de este.

El que avisa no es traidor: ya en el año 2003 esbocé una demostración del axioma.  Nada del otro jueves, en cualquier caso.  La prueba empírica la conoce cualquier webmaster, y se la oí hace muchos años al responsable de Kriptópolis: cobrarle a un internauta es más difícil que invertir la fuerza de la gravedad.

Tres generaciones a la vez (la mía, la de mis padres, y la de mis hijos) hemos aprendido juntos a consumir películas gratis.  En muchos casos, los nietos enseñan a los abuelos.  A la larga los abuelos saben mejor cómo funcionan los Torrents que los propios padres.

Esta historia nunca volverá hacia atrás. La sociedad conectada quizás pague por servicios, pero no por simples copias.

En Barcelona, la gente se guarda su dinero para ir al Teatro Goya a ver a Concha Velasco, para ir a la Sala Luz de Gas a escuchar a Mayte Martín, o para ir a la Monumental a ver torear a José Tomás.

Pero nunca jamás volverán a pagar por copias.

  1. Exterior, Paseo del Prado, 36, Madrid, explanada frente a Caixaforum, día luminoso.

Plano cerrado sobre réplica de estatua El Pensador.  Se abre plano lateral, diálogo entre estatua y abogado

Pensador: ¿De qué comerán los artistas si no pueden cobrar por copias?

Abogado: Ay, siempre estáis con lo mismo: cómo se nota que eres una simple réplica.

Pensador: Yo no tengo la culpa de que Rodin inventase la escultura “alimentaria”.

Abogado: Y los que paseamos por aquí tampoco tenemos la culpa.  ¿No pretenderás encima que paguemos por verte?  ¿Olvidas acaso la excepción establecida en el artículo 35 de la Ley de Propiedad Intelectual?

Pensador: ¿Qué excepción, listillo?

Abogado: “Las obras situadas permanentemente en parques, calles, plazas u otras vías públicas pueden ser reproducidas, distribuidas y comunicadas libremente por medio de pinturas, dibujos, fotografías y procedimientos audiovisuales.”  Ya que no tenemos más remedio que verte, al menos que sea gratis.

Pensador: Tú cuéntale lo de la excepción al Toro de Osborne, y a los que empapelaron por copiarlo, picapleitos.

Abogado: Los de tu gremio siempre insultando.

Pensador: Es que los leguleyos que os llenáis la boca de “cultura libre” no sabéis tanto Derecho como queréis aparentar.

Abogado: Ya salió el siete sabios.  ¿A ver, broncíneo, y tú donde estudiaste?

Pensador: En la escuela de la calle. Sentado aquí se aprenden muchas cosas, muchas más que en las bibliotecas.

Abogado: Pues de leyes entiendes muy poco.

Pensador: Más que tú. Ni tú ni tus colegas le habéis sabido sacar partido, por ejemplo, al artículo 88 de la Ley de Propiedad Intelectual.

Abogado: Me lo sé de memoria: “Sin perjuicio de los derechos que corresponden a los autores, por el contrato de producción de la obra audiovisual se presumirán cedidos en exclusiva al productor, con las limitaciones establecidas en este Título, los derechos de reproducción, distribución y comunicación pública, así como los de doblaje o subtitulado de la obra.”  Pero yo no soy productor así que...

Pensador: Ah, ¿no? Vamos a ver, ¿no eres abogado?

Abogado: Sí, no productor.

Pensador: La verdad es que pareces un decorador de interior gibraltareño. A ver, el productor de una película, ¿quien es?

Abogado: Pues, hablando pronto, el que pone la pasta.

Pensador: Conforme. Por tanto, según esa disposición, y teniendo en cuenta que la mayoría del cine que se hace en este país lo subvencionáis con vuestros impuestos, el pueblo español al completo se configura como “productor cinematográfico”. Ya habéis pagado las películas, sois productores y por tanto tenéis derecho a reproducir libremente las películas cuya producción habéis ya pagado, sin tener que volver a pasar por caja otra vez. Estáis haciendo el canelo.

Abogado: Oye, pues a lo mejor sí que sabes Derecho…

  1. Exterior, día.  Videoclub cerrado en calle del Oso, Oviedo.

Plano cerrado sobre inscripción “I love P2P”, se abre plano, Plano completo, incluyendo rótulo de Blockbuster Video, establecimiento cerrado.

La noticia apareció en la portada de Menéame el pasado 21 de abril, enlazando a la fuente original del Diario de Mallorca: “Los videoclubs desaparecen”, con el llanto y crujir de dientes del eslabón más débil.  No sólo es el cine español, financiado con nuestros impuestos: está al borde de la quiebra toda la cadena de distribución de todo tipo de obras cinematográficas.

A esta situación no se ha llegado porque sí.  La industria es responsable de haber destruido su modelo de negocio, al acostumbrar al público a consumir el cine en casa, o en salas minúsculas que no aportan ningún valor añadido a la experiencia cinematográfica.  Cuando han podido consumir en casa, con calidad similar, y gratis, lo han hecho.  Y nunca volverán atrás: cuando se convierten los sueños en un simple producto, y desaparece el precio, la magia se degrada para siempre.  Nunca se volverá a pagar por una simple copia.

A partir de este momento, la señora Guionista puede plantear dos tramas alternativas:

A)   Vías penales y mercantiles, endureciendo el código penal, las leyes de propiedad intelectual y, sobre todo, la de competencia desleal.   Utilizar todos los recursos administrativos sobre calificación de películas y legislación de comercio electrónico para poner en cintura a los prestadores de servicios de la sociedad de la información.  Invocar la protección de menores como excepción legal contra el derecho a la intimidad y a la libertad de expresión: no faltarán funcionarios que piensen que si el maquillador de “Martyrs” se suicidó antes de estrenar su obra maestra, a los niños les puede dar por despellejar a sus profesores después de ver la película en Internet. Criminalizar a los usuarios, a los que suministran enlaces a los usuarios, a los que dan alojamiento a los que suministran enlaces a los usuarios, a los que insertan publicidad en los alojamientos de los que ofrecen enlaces a los usuarios, a los que venden los productos que se anuncian mediante la publicidad de los alojamientos de los que enlazan a los usuarios, a los abogados que asesoran a los que venden los productos que se anuncian en los alojamientos de los que enlazan a los usuarios, a los…

B)   Abrir las orejas y volar.  Los cuervos te han puesto ahí para que te lances como un kamikaze contra la diana del P2P.  Déjales con un palmo de narices: abre las orejas y remonta el vuelo.  Libera del copyright el cine español.

¿Hemos oído bien?  ¿Eso cómo se come? O mejor dicho, ¿eso cómo da de comer?

Allá vamos.  Ley del Cine: Capítulo III, Medidas de fomento e incentivos a la cinematografía y al audiovisual.  Parece el catálogo de una ONG: incentivos fiscales, ayudas a la creación y al desarrollo, ayudas a la producción, ayudas a la distribución, ayudas a la exhibición, ayudas a la conservación, ayudas a la promoción… 

Propuesta de modificación:

“La percepción de ayudas públicas e incentivos fiscales determinará necesariamente la publicación de las obras con licencias libres, que permitan la reproducción de las mismas sin restricciones, con reconocimiento de la autoría, al objeto de lograr su máxima difusión.”

Han leído bien. Si alguien quiere publicar su obra bajo copyright estricto, que se quede sin subvenciones y sin desgravación fiscal.  Película que financia el pueblo, película para el pueblo: cine procomún.

Utópico, ¿verdad?  Pues no tan utópico como intentar mantener con vida, mediante ingente inversión pública, un sector en estado terminal.  Como si se tratase de una especie protegida, y encima pretender que los ciudadanos pasen por caja y sigan consumiendo sin rechistar: eso sí que es utópico.

¿Hablamos de modelo de negocio?  Pues bien, ahí va uno revolucionario: volver a llenar los cines de gente.  Gente que vaya al cine no a ver fútbol, sino cine de verdad.

Señora Guionista: suprima los parásitos del cine español.  Con el dinero que puede ahorrarse en derechos de reproducción y exhibición, devuelva la magia al viejo cine. Sáquelo de los centros comerciales, donde es un simple producto, y devuélvalo a los barrios, para que vuelva a ser una fábrica de sueños.

Pague a los acomodadores, ponga en marcha la máquina de palomitas, y vuelva a abrir el viejo Majestic.   

Sin copyright es posible.

  1. Interior, plano cerrado sobre monitor de PC

Juego Guild Wars, plano en Roca del Augurio.  Encadena a lucha de guerrera con hidras.

Ya lo decía Darwin: la lucha por la supervivencia es difícil. Y mucho más en un entorno cambiante.  Tal como están las cosas, muchos guionistas de cine se pueden ver en el brete de reciclarse como guionistas de videojuegos.  ¿O quizás aún es posible otra evolución?

Cortar las cabezas de todas las hidras de Internet es imposible, incluso para la mejor guerrera.  Por vía administrativa, el Ministerio de Industria ya está amargando la vida a muchos webmasters, abriendo expedientes sancionadores a diestro y siniestro, en aplicación de la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y de Comercio Electrónico.  La misma ley que un día denominaron, cuando estaban en la oposición, como “Ley de censura del ciberespacio”.

Puestos a generar burocracia inútil, no es descartable que algún gobierno pueda llegar a inventarse una Agencia especializada, que se financie con multas como la Agencia de Protección de Datos.  Una Agencia dedicada a martirizar a los “concentradores” de Torrents, a las páginas de enlaces y a los portales de streaming.

Nada de eso servirá para nada.  Si nuestros gobernantes leyesen el Tao Te King lo entenderían: la información en Internet es como el agua, y se filtrará siempre, por altas que sean las presas:

El Tao no tiene una auténtica definición.
Como la madera antes de ser cortada, no puede ser usado;
Si un gobernante comprende esto
Todo su país será floreciente
Y la gente obedecerá en armonía con él mismo,
Tal y como cae una lluvia suave.
Sin necesidad de dar órdenes para que se comporten con equidad.

Cuando al Tao se le da forma para su uso,
La forma recibe un nombre en el Mundo;
No deberían de tenerse demasiados nombres
para contener a las formas;
En lugar de esto, dejad al Tao fluir hacia si mismo en el Mundo
Como el agua fluye en el lecho del río hacia el mar.

La industria de la música ya lo ha entendido.  Ha sido doloroso, pero lo ha entendido, y ahí está Spotify.  Y después de Spotify nada volverá a ser lo mismo.

¿Cuánto tiempo tardará en entenderlo el resto de la industria?  ¿Cuándo tendremos disponible un Spotify de películas y series de televisión?  ¿Y cuánto tardarán las operadoras de telecomunicaciones en incluirlo como servicio añadido al pack de conexión?

Un gobernante inteligente dejaría fluir el agua.

  1. Interior, despacho de abogado

La cámara enfoca a la espalda del cliente, sentado ante la mesa del abogado, que queda oculto en todo momento.

Los abogados nunca regalamos nada, jamás.  Ni cuando hablamos en la prensa, ni cuando damos conferencias, ni cuando recibimos a un cliente.  Si en alguno de esos supuestos un abogado no cobra, es porque durante muchas generaciones los colegios de abogados nos prohibieron la publicidad.   Pero no se engañen: si no cobramos en efectivo, cobramos en especie.

Para sobrevivir en un entorno hostil, el depredador desarrolla tácticas de caza que a primera vista parecen paradójicas.  Cuando la presa lo entiende, es demasiado tarde.

Los textos que producimos y presentamos en los juzgados se encuentran, en la práctica, exentos de derechos de autor.  Los copian los jueces y los convierten en sentencias, sin darnos crédito.  Y también los copian nuestros adversarios, reutilizándolos en sus propios casos.

No cobrar por copias estimula el ingenio. Si los abogados cobrasen derechos de autor, todos los casos serían aburridamente parecidos, como prendas prêt-à-porter, y no como lo que son: trajes a medida del cliente.

Antes o después, los artistas aprenderán de sus abogados. Aprenderán a sobrevivir en un mundo en el que la copia no tiene ningún valor.  Aprenderán a cobrar siempre, por trabajo realizado, o en forma de publicidad.  Y aprenderán a tener respeto a todas las formas de arte.

La guerra de la propiedad intelectual no es una guerra entre creadores y público.  Es una guerra artificial, creada únicamente para beneficiar a ejércitos de abogados.  Abogados  que han ido situándose a uno y otro lado del escenario, para representar una inmensa farsa.

Sólo los depredadores pueden sobrevivir a una guerra eterna, que por definición es una guerra imposible.

  1. Exterior, un parque, atardecer.

Piernas infantiles chutando un balón sobre la hierba.  La cámara sigue al balón, que rueda hasta golpear un netbook abierto.  La cámara se centra en la pantalla, donde está abierto Youtube.

Youtube pasa a pantalla completa, calle desierta, cinco puertas cerradas, que se van abriendo sucesivamente.  De una de las puertas sale un balón, le sigue un niño, van saliendo niños.  La imagen sigue al balón, que vuelve hacia el parque.

La cámara sigue al balón sobre la hierba, y se va abriendo plano.  En el centro del parque, la inmensa pantalla de un cine al aire libre, con sillas de tijera.  Los niños comienzan a sentarse.

Oscurece, van llegando los padres. Sobre la pantalla, luz blanca, aparecen las imperfecciones del viejo celuloide.  Comienza la proyección.

Durante muchos años, los ciberactivistas hemos luchado para conseguir para Internet los mismos derechos que podemos ejercer en la calle.  Para que las ideas circulasen por Internet con la misma libertad con la que las personas pasean por el mundo real.

En algún momento del camino nos hemos equivocado. A medida que íbamos consiguiendo ejercitar más y más derechos por Internet, hemos dejado de ejercerlos ahí fuera, y las calles se han ido quedando progresivamente vacías.

Hace tiempo que el poder ha dejado de tenernos miedo.  Nos desprecia.  En un contexto de brutal crisis económica, el descontento no trasciende a las calles, y ante las próximas elecciones europeas, el poder sólo piensa en las claves mediáticas del corto plazo.

Con esquemas mentales del viejo siglo XX, el poder quiere movilizar de nuevo a sus artistas.  Y para ello nada como fichar a “Una de los suyos”.  El viejo esquema de Felipe González y Pilar Miró, que tan buenos resultados daba en los viejos tiempos: un guión muy trillado, demasiado fácil.

El actor principal, huérfano de toda ideología, se mantiene en su papel por pura inercia.  Los secundarios, desdibujados: una caricatura de sí mismos.  La voz impostada, textos patéticos, gestos de cómico de tercera.  Un escenario de cartón piedra, donde los figurantes deambulan perdidos.

Si de verdad aspiramos a un mundo interactivo, donde se rompan los viejos esquemas piramidales, ha llegado el momento de cambiar el guión.  Si La Red quiere convertirse en La Trama, tiene que salir a la calle, y hacerlo ya.

Ahí fuera existen muchos derechos que están esperando para ser ejercidos.  El derecho de reunión, el derecho de manifestación pacífica y sin armas.  Y el derecho al voto.

Escribamos nuestro propio guión.