Prólogo a la segunda edición (2006)

Entiendo que esta segunda edición de República Internet tiene un punto de refrescante, cosa que indudablemente es un contrasentido pues alguno de sus textos tiene más de un lustro.

Sucede no obstante que la eclosión reciente de multitud de micromedios de comunicación que han aparecido gracias a la existencia de internet corre el riesgo de entretenernos en demasía con el presente (una consecuencia natural de la búsqueda de audiencia de cualquier medio) en vez de hacernos bucear en el pasado (una necesidad si lo que se quiere es saber el origen de los antiguos polvos que dan origen al actual lodazal).

La infinidad de facetas de internet debería impedir hablar de ella en su totalidad para en su lugar tratar individualmente sobre cada una de ellas. Mi favorita es la memoria, característica cuya ausencia permite a un pez vivir en 2 litros de agua sin aburrirse.

Averiguar el origen del fango que te llega hasta el mentón no es ni de lejos un triste consuelo. En cualquier caso, pasen y vean.

Juan Carlos Borrás
192.1.1.1

Prólogo a la primera edición (2004): Nación Red

¿Quién manda en Internet? La pregunta ahora no es tan común. Pero cuando se hablaba de autopistas de la información, cuando se divagaba hace unos años sobre el futuro de las redes, la cuestión era la primera -o la segunda después de «¿y esto quién lo paga?»- que planteaban los curiosos a ese amigo que ya se pegaba con un lentísimo módem cada madrugada.

Para explicar la estructura de poder de la Red, para resumir su funcionamiento descentralizado, siempre se recurría entonces a complicadas metáforas, a ejemplos con migas de pan si se estaba en la comida, con vasos y ceniceros si era hora de copas. Con lo sencillo que habría sido contar que en Internet mandan todos y ninguno.

¿Quién manda hoy en Internet? Google, que para eso es la web más visitada y el principal intermediario entre todas las demás páginas. Antes fue Altavista, mañana puede que sea Theoma o una web que aún no ha nacido. Este poder, además, no es ni absoluto ni único ni mucho menos hereditario. Son los internautas quienes detentan la soberanía y la ejercen con cada clic de ratón; los que deciden pasarse o no por una página hasta convertirla en ese observador que modifica la realidad cuando la mira. Pero Google manda aún menos que la ONU. Internet no es un empresa anónima o limitada donde la familia de los puntocom de toda la vida reinan hoy mañana y siempre. Internet es una república.

Carlos Sánchez Almeida, amigo y abogado (y perdonen por la contradicción), profundiza en las tensiones que provoca en el antiguo régimen este nuevo poder que no se puede sobornar, fusionar o censurar. La nueva realidad, después de todos los fracasos financieros por convertir la red en el nuevo El Dorado, provoca dos reacciones en los políticos, en los grandes empresarios, en todos aquellos privilegiados que ven cómo se tambalea su torre: o la ignoran o la temen. Los que se han dado cuenta de los cambios que se avecinan, los primeros en sufrirlos, quieren parar el código informático con el código penal, perpetuar su pasado en el mundo del futuro con leyes abusivas que detengan el tiempo.

El debate sobre Internet, la propiedad intelectual, la privacidad, la nueva democracia, la libertad... la discusión que plantea Carlos a lo largo de esta acertada colección de artículos no sólo atañe a los expertos aunque sólo sean ellos los únicos que hoy se preocupan.

La economía ya no es el motor de la historia. Las nuevas palancas que moverán el mundo serán digitales y tendrán en Internet su punto de apoyo. ¿Cambiará todo para que todo siga igual o nacerá una sociedad nueva? El proceso es inevitable aunque no será fácil. La lucha es contra los que quieren que el futuro llegue lo más tarde posible. Vivimos tiempos interesantes.

Ignacio Escolar
http://www.escolar.net